La energía mágica curativa y espiritual de cristales y gemas

Las piedras son hijas del padre cielo y de su madre, la tierra. Un cristal de cuarzo ha absorbido durante milenios energía terrestre para crecer.

Piensen, por ejemplo, que un cristal pequeño, de no más del tamaño de un dedo humano, ha tardado en formarse alrededor de 10.000 años.

Si tomamos conciencia de ello, sabremos por qué las piedras preciosas y semipreciosas pueden influir tanto en la vida de las personas.

Los cristales se forman en las profundidades de la tierra o dentro de las cavernas. Los encontramos en todas sus variedades: rocas de cuarzo, granito de cuarzo, cuarzo puro de perfecta ordenación cristalina, o cuarzo de estructura no cristalina.

Lo cierto es que las gemas poseen un estructura molecular estable y, debido a ello, vibran en perfecto equilibrio a lo largo del tiempo. Es por eso que una gema puede curar una disfunción energética o incrementar la energía psíquica, si se la aplica de forma adecuada.

Desde siempre, se ha atribuido a las piedras propiedades mágicas y medicinales. Así, hasta el siglo XVI, por ejemplo, los minerales y las gemas eran descritos en “lapidarios”, obras análogas a los herbarios de las especies vegetales y los vestuarios de animales; una especie de catálogo con sus características.

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